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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 1 de agosto 2020.- El paisaje es pintoresco entre los cerros, pequeñas casas multicolor alegran un poco las calles serpenteantes y arriba las nubes coronan la tarde, parecen pinceladas después de la llovizna ligera; así es el trayecto hacia la Privada de la Ternura -en el municipio de Zaragoza- donde en minutos descubres que el verdadero paisaje dista mucho de hacer honor al nombre.
Al final de la calle, casi en la falda del cerro, se divisa una choza distinta, pequeña y apenas improvisada con cajas de madera y un techo de plástico; en el interior se dibuja -en el sentido más literal- la historia de Juan Carlos Loredo Gómez, un joven cuyo amor por la vida estuvo a punto de extinguirse, después de la tragedia que lo llevó a perder sus dos brazos.
Con habilidad increíble -y un pincel atado en su extremidad- da color al rostro de una mujer revolucionaria, así es la lucha diaria por recuperar su vida en ese espacio de dos metros cuadrados; el retrato es un homenaje a su esposa, una madre aguerrida que pese a la adversidad ha sacado fuerzas por él y por su familia; “ella no me abandona, es una mujer mexicana, orgullosa de sus raíces y siempre conmigo”.
El 26 de marzo de 2018 la tragedia tocó a su puerta, Juan Carlos fue agredido casi hasta la muerte por una horda de asaltantes y en un intento por defenderse, perdió ambos brazos y casi la existencia; el dolor de compartir su historia es inmediato, no pararon los sollozos al recordar un capítulo que lo tiene postrado en una silla, sin extremidades y dependiente, pero que al mismo tiempo le ha dejado las más grandes lecciones.
“Tenía una vida hecha, con un negocio independiente de soldador, yo sé hacer puertas, ventanas, todo lo de herrería (…). Me fui pa’ abajo, pero gracias a Dios seguimos echándole ganas; desde el momento en que miré mis brazos mochos, mi cabeza comenzó a trabajar en cómo salir del hoyo y pues se me han abierto puertas, pero aquí sigo intentando tocar otras”.