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Raúl López Gómez/Cosmovisión
‘Ojos Negros’ de Frédéric Boyer, novela que pasa el amor, la infancia y la memoria
Una grata sorpresa me llevé con la lectura de la novela ‘Ojos Negros’, del novelista, ensayista, poeta y traductor Frédéric Boyer (Cannes, 1961), publicada originalmente en el año 2016, pero cuya primera edición en español, a cargo de la Editorial Sexto Piso, se realizó este 2019.
Cuando digo que fue una grata sorpresa se debe a que no conocía a este escritor francés, sin embargo, sucedió lo que muchas veces pasa: al estar en la librería me dejé llevar por la simple belleza y seducción del libro (gran mérito aquí para Sexto Piso), su portada y su sinopsis, que en automático decidí comprarlo, leerlo y reseñarlo para esta columna.
‘Ojos Negros’ es una historia de amor, su revelación, su aprendizaje, los primeros pasos de la pasión y el erotismo. Pero también es la historia de una infancia fugaz que se ha perdido, que quizá ahora no se entiende y que ha dejado un inmenso desorden por interpretar, colocar y clasificar.
El personaje principal, quizá un profesor francés de literatura, pone por escrito sus recuerdos, conversa consigo mismo para recordar su infancia y explicar ese primer amor que él, probablemente sin saberlo, seguirá buscando en otras personas por el resto de su vida.
En un jardín de niños, teniendo él poco menos de seis años, conoció a una chica a la que llama Ojos Negros. Ella cuidaba de los niños cuando las maestras se ocupaban de otras cosas.
Sin embargo, él se convirtió en el preferido de Ojos Negros, consintiéndolo y permitiéndole llegar más lejos que cualquier niño de su edad, manteniendo un secreto que haría más estrecha su relación.
“Se me cortaba la respiración por la emoción. Toda vez la puerta se abría lentamente y aparecían dos ojos negros magníficos. Negros como la noche y almendrados. Dos ojos que me dominaban y hacia los cuales yo alzaba los míos”, relata.
“En cuanto me era posible, acudía a frotarme con sus preciosas piernas finas y perfumadas. Ojos Negros me dejaba hacerlo, y mis manos menudas acariciaban sus muslos desnudos lo más arriba que podían”, así recuerda la loca dulzura de ese consentimiento.
De esta manera Ojos Negros lo llevó a unos actos que supuestamente la infancia no debe cometer, pero como señala el narrador: “los adultos no lo ven, sus hijos son animales salvajes que, atados con cadenas, sueñan con seres por conquistar, con caricias prohibidas, con viajes imposibles”.
Sin embargo, esa relación se terminó. Un día, de la noche a la mañana y por razones siempre desconocidas para él, Ojos Negros puso fin a sus juegos, provocándole a él su “primer mal de amores”.
Por consiguiente, los años pasaron, llegó la adolescencia y luego la edad adulta sin saber nada de aquella chica, sin tener un recuerdo preciso de su rostro, incluso sin recordarla, pues -enfatiza el narrador- todo lo relativo a la infancia se olvida.
“Haced el experimento, buscad con verdadera atención vuestros recuerdos de infancia: al cabo de unos minutos tendréis la impresión de extraviaros, de repetir los mismos nimios recuerdos ya conocidos, o así supuestos por vosotros”.
Por ello el narrador pretende recordar aquellos acontecimientos, entenderlos, explicarlos, arrojar luz sobre ellos. En esa búsqueda se topará con otras relaciones que pudieran ser caóticas, seductoras, pero también amorosas. Sus nombres, Lady Sniper, Diane, Jay, Yvonna y una profesora de lengua llamada Vivianne.
En palabras de Frédéric Boyer, la novela ‘Ojos Negros’ es un recuerdo de la infancia, una imagen que el narrador trata de reconstruir para entender qué ocurrió, al tiempo que la eleva a la categoría de mito.
En entrevista firmada por Judith R. Iglesias para el diario español La Razón, el escritor añade que en todo amor hay una historia imposible, pero que se sostiene mientras esa imposibilidad existe.
“Tenemos que aceptar que en todo amor y en toda relación hay una parte de imposibilidad y, gracias a ello, nos volvemos más humanos. La verdadera felicidad, si existe, es aceptar vivir con las imperfecciones, como la complejidad de la vida”.
Cuestionado sobre su percepción de la infancia, responde: “Venimos de la infancia, pero estamos exiliados de ella y nos pasamos la vida inventándola. Aun así, hay desgarros, traumatismos, vacíos que nunca llenaremos y eso es ‘Ojos Negros’. La gente tiene que trabajar en la invención de su infancia para liberarse del sufrimiento de estar exiliado de ella”.
Y agrega: “no se puede reencontrar lo que habíamos pensado cuando éramos niños. Eso sería muy difícil. Entonces, una vez que somos adultos, intentamos comprender quiénes éramos de pequeños”.
Eso es todo, amigos. Arriesgar con la lectura de un autor desconocido y el gozo de saber que no te equivocaste, que la inversión valió la pena. Más situaciones así.
Twitter: @PPCarreto