Raúl López Gómez/Cosmovisión
Colaborar con la oposición: el mayor reto del nuevo gobierno
Si hubiera alguna pregunta incómoda en la casa donde despacha el inminente presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, sería: ¿Cómo colaborar con la oposición en la construcción de la cuarta transformación? La abrumadora, masiva y legítima victoria obtenida podría colocar a los morenistas en una posición de autosuficiencia que no ayudaría ni al país ni al movimiento político que bien puede configurar la política mexicana del siglo XXI.
Bien lo ha dicho AMLO: el próximo gobierno tiene potencial de transformar la nación y hasta influir en modelos políticos de otras latitudes. El tabasqueño no ha entrado en el despacho presidencial y sus resoluciones ya impactan la política exterior con los Estados Unidos; sin embargo, la realidad indica que independientemente del estilo que adquiera el equipo de López Obrador para atender la dinámicas del gobierno es inevitable colaborar con los partidos políticos, sectores y grupos que fueron y seguirán siendo oposición a su gobierno.
No es una tarea sencilla. Insisto, menos cuando los indicadores políticos dan ventaja absoluta a la administración: un gabinete aparentemente bien amalgamado y fuertemente leal, un cuerpo legislativo federal capaz de hacer avanzar las iniciativas del ejecutivo, un nuevo grupo de gobernadores y diputados locales que honrarían el pacto federal en favor de la cuarta transformación y, lo más importante, una legitimidad social que no se había visto en décadas.
Dicen los analistas políticos que a los anteriores presidentes (quizá desde Salinas de Gortari) terminaban legitimándose ante la opinión pública mediante la venganza contra líderes del viejo régimen: Salinas a Joaquín Hernández “La Quina”, Zedillo a Raúl Salinas, Fox a Napoleón Gómez Urrutia, Calderón a Manuel Espino y Peña a Elba Esther Gordillo. La búsqueda de legitimidad ha detonado las actitudes más extrañas de los presientes: desde engolar la voz hasta vestirse de militares, eso sin contar las malcalculadas guerras contra el narco, los sindicatos o la oposición.
Fue Peña el que permitió que su gestión fuera venciendo la tentación del enimismo: para sacar adelante las reformas estructurales debió colaborar con la oposición en el famoso Pacto por México. Pero si el Pacto solo requirió votos a granel por las iniciativas, lo que la Cuarta Transformación sugiere es una cooperación más profunda.
Así que Andrés Manuel tiene frente a sí el reto de emprender una búsqueda para incluir e incluirse en un trabajo con aquellos con los que no está de acuerdo, con quienes simplemente no confía.
Algo de esto reflexiona Adam Kahane en su libro “Collaborating with the enemy” y por desgracia uno de las realidades mexicanas que desnudó la polarizada contienda electoral (más allá del clasismo y el racismo o la famosa aporofobia de Adela Cortina) fue el esa inadaptabilidad al cambio, el arrinconamiento desde certeza moral o intelectual. La dureza y rigidez de las expresiones: “Yo estoy bien, aquel mal; nosotros estamos en lo correcto, ellos son los equivocados”.
No sólo es falta de respeto e intolerancia a las diferentes posiciones ideológicas entre los mexicanos, es hartazgo y ceguera: hartazgo de los errores de los demás, ceguera de los errores propios.
El país aún transita por sentimientos de inconformidad, polarización y descalificación constante de lo que no estamos acuerdo, no nos agrada o no confiamos. Es necesario cambiar la perspectiva para colaborar positivamente a pesar de esta situación. Kahane apunta que en situaciones de tal tensión o polarización, el entuerto se puede resolver de cuatro maneras: salirse del sistema, adaptarse, forzar una solución o, finalmente, colaborar.
Salir del sistema es eludir (es el quinazo de siempre), adaptarse es no cambiar nada y forzar una solución se parece al malogrado Pacto por México. Colaborar es realmente lo único que no se ha intentado en el país en materia de política interna, a pesar de que la ciudadanía ha dado cátedra de lo que eso significa especialmente durante las tragedias naturales.
Es preciso que comencemos a reconocer (lo deberá asumir el nuevo gobierno y los partidos políticos que se recuperarán de su humillante derrota) que México tiene necesidades conjuntas en las que se deben trabajar por la vía de la colaboración, dejando momentáneamente a un lado la rigidez ideológica o pragmática. La colaboración es el reto inmediato para atender desafíos concretos pero desde diversas aproximaciones. El país requiere que las cosas se lleven a cabo con sensación de urgencia, claridad, transparencia y bien común.
Hay una ventana de oportunidad de trabajar todos juntos, sin chivos expiatorios para variar.
Kahane llama a este tipo de trabajo: colaboración flexible. Encontrar flexibilidad para aceptar el conflicto y nuestra conexión personal en él, fomentar el diálogo desde la presencia y practicar tanto el involucramiento como el compromiso. No es un modelo de trabajo sencillo pero bien dice el filósofo: “Mientras más necesitamos la paz, más difícil nos resulta vivirla”.
@monroyfelipe
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