Raúl López Gómez/Cosmovisión
Mapaches cibernéticos
Acarreo, ratón loco, operación tamal.
Carrusel, urnas embarazadas, cargada.
Voto zombi, piromaniaco y caída del sistema.
Todas parecen ser palabras arcaicas, cosa del pasado.
Parte de un folclor político que, se supone, fue superado porque hay un árbitro “imparcial” que no se vende.
Sin embargo, el mapache electoral, el clásico ladrón de votos es un personaje que se resiste a morir.
Se ha transformado, adaptado y modernizado.
Ya no rellena urnas, ni lleva a los votantes a las casillas, ahora utiliza métodos cibernéticos: las redes sociales.
Una elección es legítima cuando se cumplen los principios de certeza, equidad, legalidad, autenticidad, imparcialidad y objetividad.
A pesar de los avances, los candados y todas las medidas para garantizar elecciones libres, la compra de votos, en sus distintas modalidades, son una realidad lacerante.
La ciudadanización de la elección no garantiza su limpieza.
Un fraude electoral es un atentado a la voluntad popular, a la libertad del voto y a la transparencia de los procesos electorales.
Y lo más peligroso es que la estafa se puede operar desde un grupo de ciudadanos, partidos políticos o, lo más incongruente pero más frecuente, hasta del mismo gobierno federal, estatal o municipal.
En el imaginario colectivo se mantiene latente la expectativa de una gran burla comicial que podría “soltar a los tigres hambrientos”.
Y todo por los mapaches electorales.
El Mapache es un mamífero carnívoro del Norte de América, de color gris oscuro, hocico blanco y cola abundante, con anillos blancos y oscuros alternados, con antifaz en los ojos.
Y, precisamente, se le asocia con ladrones por el antifaz en su rostro. En el escenario electoral, es el clásico ladrón de votos.
Ahora, este delincuente es un experto cibernauta que recurre a los modernos sistemas de comunicación para influir en los votantes.
Repite una mentira mil veces hasta que parece una verdad inobjetable que él mismo la cree.
Juega con los sentimientos de la sociedad cansada de ser engañada por los partidos tradicionales.
Realiza lo que se conocía desde el siglo pasado como “un lavado de cerebro”, solo que ahora virtual.
Además, prevalece la compra de votos a través de despensas, camiones cargados con grava, sacos de cemento, láminas o la amenaza del retiro de los programas sociales.
También, dinero en efectivo.
En el actual proceso electoral, ambas formas de coacción del sufragio son una realidad tanto en el ámbito federal, como en el estatal.
En Veracruz, la administración del cambio ha llevado a niveles insospechados la compra del voto.
Desde programas sociales que crecieron en forma desproporcionada en este año electoral, hasta la cancelación de pagos a taxistas y devolución del dinero erogado días antes de los comicios.
Programas electoreros mal disfrazados de asistencia social.
Todos operados por mapaches azules de “reconocida” capacidad.
En la entidad veracruzana hay un nuevo elemento en el proceso electoral: la judicialización de los políticos opositores.
La utilización del aparato de justicia al servicio de la política.
La administración gubernamental está detrás de la elección con un solo propósito: hacer ganar a como dé lugar al hijo del Gobernador.
Nepotismo puro.
Ninguna novedad, pues siempre ha sido una práctica común, solo que ahora la fuerza electoral es azul, antes era tricolor.
La guerra sucia es parte del “lavado de cerebro” que está en marcha a través de las irrefrenables redes sociales.
En internet nada es verdad, nada es mentira, todo depende del cristal con que se mira, de quién pone mentiras y verdades a medias en línea.
El lodo que brota de los sitios web convierte el panorama electoral en un auténtico herradero.
Así, la combinación de los medios tradicionales de compra del voto con todo y mapaches azules, con el uso de las modernas redes sociales, más la intervención directa del aparato gubernamental, enrarecen el medio político.
Por eso nada inaudito será que se saquen vida y milagros de Pepe Yunes, para bien, pero sobre todo para mal.
Tampoco que se ligue a Miguel Ángel Junior al fracaso de su padre al frente del gobierno Estatal.
Sobre todo, por la inseguridad y la rebelión policiaca que llegó a su clímax con 8 muertos en la cárcel de Amatlán, ante el fracaso operativo para trasladar reos peligrosos.
Y tampoco que se asegure que Cuitláhuac García es simplemente una botarga de “El Peje”, sin ideas propias.
No importará que muchos de lo que se diga sea verdad, pues estará revuelto con una enorme carga de mentiras con el único propósito de desprestigiar.
Y todo será obra de los mapaches cibernéticos y de la demagogia que ha destruido a la democracial.