Carlos Ramírez/Indicador político
¿Y SI GANA EL PEJE?
Hace muchos meses se escucha por todos lados hablar de la sucesión presidencial o de las elecciones del primero de julio. De que Andrés Manuel López Obrador encabeza las encuestas, pero no va a llegar, pues no conviene a los gringos. De que todos están de acuerdo en combatir la corrupción, pero de los dientes para afuera.
De que no hay a quien irle, porque todos son igualmente corruptos, a pesar de que lo niegan. De que el Peje es el principal, porque vive como rey sin haber trabajado durante muchos años de su vida. De que llegará y convertirá a México en otra Venezuela. De que es tan ignorante, que cree que todo es sumamente fácil, como encontrar petróleo o suspender la construcción del aeropuerto.
Se habla asimismo, de que el Presidente Peña Nieto optó por realizar una entrevista con el puntero en las encuestas y pactar su salida de la Presidencia con decoro y tranquilidad, para dedicarse exhaustivamente a buscar un lugar seguro, alejado lo más posible de los mexicanos, que han exhibido en todo momento un repudio impresionante hacia su persona, por más que hizo lo indecible por servirlos.
Los mismos políticos encumbrados han hecho vaticinios de risa, como el de Enrique Ochoa, presidente nacional del PRI, formulado casi al arribar al tricolor. Dijo en una entrevista, como si fuera pitoniso, con una seguridad inusual, que el Peje no llegaría a las elecciones con salud, pues sólo había que verlo para saber que su estado físico no se lo permitiría.
Seguramente creyó aquello del infarto, para muchos urdido por el tabasqueño, de acuerdo con lo que significan esas descompensaciones. Por regla general, por insignificantes que sean, los médicos recomiendan guardar reposo y por ningún motivo excederse en el quehacer. El de Macuspana ha hecho exactamente lo contrario: excederse inclusive en su trabajo de recorrer todos los rincones del país, en campaña, como siempre.
Hasta el momento, no ha acusado un ápice de enfermedad o de indisposición. Más bien una energía inusual para su edad. Por eso muchos, con excepción del presidente del PRI, no creen que su salud esté minada. Está con la mirada puesta en el futuro cercano, seguro de que no existe en el país nadie que le quite la Presidencia.
Y ahí están las interrogantes de muchos mexicanos.
¿Respetará la Constitución quien es dado a pisotear las leyes, porque cree que él las haría mejores o simplemente porque está seguro de que no hay nada en ellas qué respetar?
Es tan arbitrario, que hace pensar que si no le gusta nuestra Carta Magna, pues como Presidente puede ordenar la conformación de un grupo de constituyentes que redacten otra. Si cree en un momento dado que el país le debe tiempo en la Presidencia, porque dos veces le han hecho fraude, reformaría de inmediato el artículo constitucional que prevé seis años de presidencialismo.
Da la impresión de creer que todo lo que han hecho otros mandatarios está mal y de que habrá que reformar absolutamente todo. Hasta hoy, todo es, por supuesto especulación. Nadie es capaz de ver el futuro. Pero las actitudes asumidas a lo largo de muchos años evidencian lo que puede ser el porvenir inmediato de México.
Por eso precisamente, por sus actitudes, es que hay mucha desconfianza entre los mexicanos, de su capacidad para conducir el país. Es obvio que quienes han permanecido a su lado, están convencidos de que, efectivamente, es un semidiós y es también obvio que quienes se le han sumado a partir de esta candidatura, lo han hecho convencidos de que es la única manera de permanecer pegados a la ubre.