Raymundo Jiménez/Al pie de la letra
El PRI bajo fuego
Fuego cruzado recibe el PRI desde el flanco del Frente PAN-PRD y de Morena, pero la razón por la cual podría besar la lona este año no es solamente por eso, sino por un mal ambiente generado por insatisfacción económica e inseguridad.
Hay muchos argumentos para explicar el panorama económico, pero mira su bolsillo, el precio de sus alimentos y el de su tanque de gas. Y el resultado es insatisfacción.
De acuerdo con el reporte del INEGI conocido ayer, en 2017 México tuvo 6.77 por ciento de inflación, la más alta en 17 años, cuando alcanzamos un índice de 8.96 por ciento.
Dicho en leguaje simplista pero electoreramente efectivo: volvimos a las inflaciones de la época del PRI.
La meta de inflación para el año pasado era de tres por ciento. Nos fuimos a más del doble.
Desde luego hay explicaciones: el gasolinazo de enero del año pasado (inevitable), más el alza del dólar (por factores externos), son dos elementos -aunque no los únicos- que ayudan a entender por qué creció la inflación.
El crecimiento de los precios golpeó con más fuerza a los que menos tienen. A la base del PRI.
El reporte del INEGI indica que el alza de precios en la canasta básica fue superior a la inflación general en el país. Aumentó, el año pasado, 9.61 por ciento.
El gas LP subió 44 por ciento entre diciembre de 2015 y diciembre de 2016.
¿Se pueden ganar así unas elecciones? Sí, pero…
Desde el otro flanco hay que sumar la inseguridad pública y el escándalo de Chihuahua, tarde y mal explicado por la secretaría de Hacienda, y con nula defensa política de parte del gobierno.
Desde luego hay razones para tener la inflación que tenemos, que es una jauja comparada con el 2,616 por ciento que experimentó Venezuela el año pasado.
Pero a la gente, además de explicarle, hay que ofrecerle un cambio, una esperanza de que las cosas van a mejorar.
De lo contrario se queda con la idea de que “me prometiste que la reforma energética era para bien, y me subiste 44 por ciento el gas”.
La explicación consiste en que somos importadores netos de gas y en Estados Unidos subió cerca de 35 por ciento, y va todavía más para arriba por el crecimiento del consumo debido a los fríos.
No explican lo suficiente, y mucho menos dan esperanzas.
¿Y quieren ganar?
¿Quién va a votar por un partido que no ofrece nada, cuando suben los precios de la comida y el gas para prepararla, y además no se puede salir tranquilo en la noche ni subirse a un autobús sin miedo?
En 2013 hubo 18 mil 106 homicidios dolosos en el país, y el año pasado, a noviembre, la barbaridad de 23 mil 101. O sea, pasamos de 15.29 asesinatos dolosos por cada cien mil habitantes en 2013, a 18.70 en 2017. Nos fue muy mal.
Explicaciones también hay, como gobernadores irresponsables y errores estratégicos que se cometieron en el gobierno federal.
Se puede decir que en Venezuela los homicidios llegan a cien personas por cada 100 mil habitantes, sí.
El argumento de que estaríamos peor con López Obrador (Venezuela) es real, aunque por ahora hipotético.
La gente quiere mejorar, y tiene razón.
Pero el PRI no ofrece nada, por ahora. Aún no hay esas dos o tres ideas eje de una campaña que den esperanza a la población de que esto va a cambiar.
Apostarle a que los ciudadanos salgan a las urnas a agradecer las reformas del presidente Peña es una ingenuidad.
En política puede más la esperanza que la gratitud.
Y el único que reparte esperanzas es el puntero en las encuestas. Mentiras o disparates muchas de ellas, sí, pero dice algo. El PRI, por ahora, está refugiado en un rincón del cuadrilátero cabeceando lo que puede.