Raúl López Gómez/Cosmovisión
No busques traidores
Si el periodista José Ureña fuera más serio al momento de recabar los datos en los que basa sus artículos de opinión, el publicado este martes resultaría demoledor.
José Ureña retoma su narrativa sobre la inminente salida de Javier Duarte del Gobierno de Veracruz y asegura que el proceso para retirarlo de su actual responsabilidad ya inició. El tema coyuntural es la definición de su sucesor, y plantea tres opciones: José Yunes, Amadeo Flores y «Jorge Carballo» (sic).
El problema es que a este último le cambia el nombre, pues es de suponer que se refiere al diputado federal Jorge Carvallo Delfín, y él lo llama «Jorge Carballo Salinas», a quien además le atribuye el cargo de «coordinador de los diputados federales veracruzanos». En realidad Jorge Carvallo Delfín tiene una vice-coordinación en la fracción parlamentaria del PRI, y quien coordina a los diputados federales -a los priistas- de Veracruz es Érick Lagos Hernández.
Pasando por alto esas pifias (que no son menores), el periodista explica que es el dirigente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones (el mismo que este martes le exigió cuentas públicamente al Gobernador de Veracruz) el encargado de operar su salida. Dice que el reto es «encontrar un hombre conciliador, capaz de regresar a Veracruz a la gobernabilidad, comunicar con priistas y opositores y garantizar un proceso electoral institucionalizado, en orden».
Descarta al secretario de Gobierno, Flavino Ríos Alvarado, con el argumento de que «heredaría el desprestigio y equivaldría a heredar los malos modos para la etapa sucesoria».
Califica como la opción ideal al senador José Francisco Yunes, «aspirante dejado en el camino por el candidato Héctor Yunes, muy popular y en (busca de) la sucesión de 2018». Sin embargo, se lamenta de que ese sea el problema, pues considera que dicho personaje «no renunciará a un futuro gubernativo de seis años». Lo que no considera es que un gobernador sustituto en el 2016 legalmente puede ser candidato a Gobernador en el 2018.
Para él, entonces, quedan dos salidas: Felipe Amadeo Flores Espinosa, presidente estatal del PRI, ex diputado y con larga carrera administrativa en el estado, y Jorge Carvallo, a quien le atribuye, desde ya, que es blanco de «algunas críticas».
Versiones recogidas por un servidor, desde la capital del país, sugieren que la discusión sobre una eventual salida de Javier Duarte está detenida, pues nadie ha sabido definir con claridad si dicha medida sigue siendo oportuna, o si es que ya se pasó el tiempo y un movimiento de tales dimensiones terminaría por afectar, más que ayudar, en el proceso sucesorio.
Lo cierto es que desde el centro siguen muy de cerca lo que sucede en territorio veracruzano. Uno de esos observadores plantea tres elementos que han incidido en la agudización de la crisis que hoy padece Javier Duarte:
En primer término, señalan que no ha habido contención. «El actual vocero resultó nulo, una gran carga, sin experiencia, quizá el peor vocero de la historia, en un momento tan complicado».
Al respecto cabe consignar una expresión atribuida a Javier Duarte sobre Juan Octavio Pavón, el actual coordinador de Comunicación Social: «Es un excelente administrador», dijo el mandatario estatal. Y sí, desde su llegada ha reducido en forma paulatina los pasivos de esa área, pero mediante la suspensión de la gran mayoría de los convenios… con todas sus consecuencias.
Otro punto que observadores de la capital del país mencionan, es el pésimo manejo de las redes sociales. «Colocar al frente de esa área a la señorita Córsica (Ramírez Tubilla) ha sido el peor error, pues ahí se requiere de un trabajo profesional, de un especialista».
El tercer gran error que le atribuyen a Javier Duarte es el desdén con el que trató a sus diputados federales: «El miedo a la ruptura con los senadores provocó el aislamiento de los diputados federales, que representan casi un millón de votos y que quedaron a la deriva».
Esos tres factores se suman a los que ya conocen todos los veracruzanos: El inocultable desorden administrativo, la pérdida absoluta del control de los miembros del gabinete, y el natural declive de un gobernador a partir del destape de su eventual sucesor.
Todo eso se convirtió en un caldo de cultivo para la anarquía y el linchamiento mediático.
Javier Duarte no debe desgastarse buscando traidores. Lo que necesita ahora son aliados.
Otea el horizonte en busca de ayuda, cuando la tiene ahí, muy cerca de él.
Son los olvidados.
*Este texto es responsabilidad absoluta del autor.