Carlos Ramírez/Indicador político
Alberto y Héctor, en la carrera
La decisión de Javier Duarte de impulsar a Alberto Silva Ramos como dirigente estatal del PRI, y subirlo a la carrera por la sucesión del 2016, tuvo este fin de semana el aval de la Presidencia.
La asistencia de Manlio Fabio Beltrones y las palabras de éste (su llamado a la unidad de los contendientes y su amplio reconocimiento al Gobernador) son la señal de que en Los Pinos han decidido que el relevo en Veracruz se dará bajo las conducción de Javier Duarte, y en los términos que él considere idóneos.
El faraónico evento sirvió también para definir las posturas de los senadores priistas y aspirantes a la gubernatura: Héctor Yunes (quien asistió a regañadientes al acto y manifestó su desacuerdo negándose a ocupar su sitio en el estrado) irá hasta el final en busca de la candidatura del 2016, mientras que Pepe Yunes se hará a un lado y esperará mejores condiciones para el 2018.
Así pues, la contienda para suceder a Javier Duarte se reduce a dos competidores, y uno tiene todo el respaldo del Gobernador.
Héctor Yunes se dice seguro de que será el próximo candidato y, por ende, el próximo Gobernador de Veracruz. Se atreve, incluso, a adelantar que será mediante la revisión de encuestas como se definirá la candidatura y presume de ser él quien las encabeza todas.
¿Cuál es, entonces, su afán?
¿Qué es lo que tanto le preocupa?
Al término del evento priista, Yunes Landa difundió un comunicado en el que dice coincidir con las palabras de su dirigente nacional y amigo, Manlio Fabio Beltrones. Admitió que se requiere unidad y armonía para nominar al candidato a gobernador y participar en la campaña electoral, y sin embargo insistió en que “no son los tiempos” para un cambio en la dirigencia estatal del PRI.
Se queja del Gobernador y de sus modos. Argumenta que no se buscaron consensos para hacer el movimiento de la dirigencia partidista.
Héctor Yunes tiene corta, muy corta la memoria.
Fue en marzo del 2011 cuando él, Héctor Yunes, asumió la Presidencia del PRI en Veracruz. Fue Javier Duarte, Gobernador del Estado y primer priista de la entidad, quien decidió que él asumiera el cargo. No hubo consultas ni se buscaron consensos. Fue el cumplimiento de la palabra empeñada.
“Como hombre de Estado que es usted, sabe bien, que en el ejercicio de la política los acuerdos y compromisos son herramientas fundamentales. Celebro que además de saberlos construir, los sepa usted cumplir”, le dijo ese día ahí, en el Teatro del Estado, viéndolo a los ojos a Javier Duarte.
Y no se quedó en eso. Se lo dijo claramente: “Hoy asumo sólo la responsabilidad de la operación política del Comité Directivo Estatal del PRI, pero el liderazgo del partido, ese sólo lo ejerce usted señor Gobernador”.
¿Entonces? ¿Somos o no somos?
¿O es que ahora, que ha decidido “romper” con el Gobernador, ya no lo considera el líder del priismo en la entidad?
El ingrediente que le ha faltado a Héctor Yunes Landa en los meses recientes se llama “congruencia”. Hoy manda una señal, mañana otra. Con esa postura, difícilmente alguien se atreverá a comprar su proyecto.
Por su parte, Alberto Silva le ha apostado a la conciliación, al diálogo y en su mensaje les dio su lugar y relevancia a los dos senadores.
Y aunque se refirió a ambos, no usó los mismos valores. A cada uno le destacó sus virtudes, y el solo hecho de no replicarlas en ambos, abrió un espacio para la especulación.
Primero se refirió a Héctor Yunes Landa, tal vez porque era el único que estaba presente. Sobre él dijo que se destacaba “por su trabajo, por su trayectoria y por su lealtad al partido”.
Valores importantes, sin duda. Dignos de ser resaltados.
Sobre Pepe Yunes hizo un reconocimiento “al trabajo que viene llevando a cabo por Veracruz y por su gente” y le dio el tratamiento de “amigo”.
¿Decirle “amigo” sólo a Pepe, significa que Héctor no lo es?
¿Resaltar la lealtad de Héctor y no la de Pepe se puede interpretar como que no es una característica que posea este último?
¿La trayectoria de Héctor es digna de mencionarse, mas no la de Pepe?
Al final, el único valor que atribuyó a ambos fue el del trabajo, que está fuera de toda discusión.
El paso ya se dio y ahora viene la construcción de la unidad que tanto pregonan. El verdadero enemigo del PRI en la entidad es el egoísmo. Quien no esté dispuesto a sacrificar su proyecto personal en aras de defender los intereses de su partido, no debería meterse a competir.