Raúl López Gómez/Cosmovisión
Buganza… ¿Plan B?
¿Y si Javier Duarte no estuviera del todo seguro de que desde el centro le permitirán sugerir, o por lo menos vetar, en la designación del candidato a sucederlo?
¿Cuál sería el “Plan B” del actual mandatario estatal para el caso de que la candidatura recayera en alguien con quien no tenga acuerdos, alguien sin compromisos con la actual administración?
Antes, frente a esa eventualidad, los gobernadores creaban un partidito local, y por esa ruta sacaban las candidaturas que les regateaban en el centro del país. Hoy es otro el camino. Hoy ya existen las candidaturas independientes y El Bronco, en Nuevo León, ya demostró que esa figura puede funcionar para algo más que para ser comparsa.
Con los resultados del proceso electoral federal que tuvo lugar este año, con las reformas al Código Electoral y con la modificación de los distritos electorales, Javier Duarte de Ochoa, el primer priista de Veracruz, ha mandado una señal hasta la capital del país: Si alguien pretende ganar la elección de Gobernador en el 2016, requiere, por fuerza, de mi apoyo. Sin mí no gana. Si quieren que los apoye, nos tenemos que sentar a negociar.
Está claro que de no ser uno de sus aliados, el abanderado tricolor, desde el centro se le “sugerirá”, al gobernador priista que lo apoye. La postura de Javier Duarte sería de total disposición para impulsar la propuesta del Presidente pero, en cortito, por debajo de la mesa, se apoyaría una opción distinta, afín a los intereses del Gobernador.
Frente a ese panorama, no nos debe extrañar que Javier Duarte haya permitido (y quizá hasta alentado) que uno de sus empleados, el panista Gerardo Buganza, sin haber solicitado licencia, se haya destapado para competir por la gubernatura en el 2016.
El actual secretario de Gobierno tiene, como bien lo apuntó Ciro Gómez Leyva, “un buen perfil”, pero para respaldar la estrategia de su jefe, Javier Duarte de Ochoa.
Gerardo Buganza es proclive a la traición y, cuentan, de una ambición desmedida.
Nada de eso es nuevo.
En el 2004, cuando los panistas esperaban que encabezara toda una campaña de repudio a lo que él mismo calificó como un “fraude electoral”, Buganza guardó silencio. Más tarde se conocerían las razones. El propio Buganza, el más complicado contrincante de Fidel Herrera Beltrán, se convirtió en proveedor (con sus empresas, con las de sus familias, o con las de presta-nombres) del gobierno estatal. Jugosos negocios se hicieron para pagarle al aún panista su pasividad frente al fraude.
En 2010, otro acuerdo: Patrocinio completo y hasta excesivo por parte de las arcas estatales, para que derrotara en el proceso interno del PAN a Miguel Ángel Yunes Linares. Fue dinero tirado a la basura, pues Buganza chocó contra el empecinamiento de Gustavo Madero de enviar a su amigo y socio a competir por la gubernatura de Veracruz.
Más tarde ese mismo año, Buganza le canjeó a Javier Duarte votos panistas por la posición más relevante de su gabinete, la Secretaría de Gobierno.
Hoy el renegado panista le vende al Gobernador su asociación política, Generando Bienestar, para convertirse en el “Plan B”, frente al riesgo real, palpable, de que el Presidente opte por un candidato sin compromisos con la administración estatal.
Lo que sí está claro es que en Veracruz nadie da paso sin huarache. Lo de Buganza, por más que suene ridículo, formaría parte de una estrategia mucho más compleja. Se habría convertido en un peón con altas posibilidades de ser sacrificado, pero que en un descuido, si se dieran las circunstancias, podría terminar coronando.
Al menos él, a diferencia de otros que también suspiran, ya compró su boleto para la fiesta.