La despolitización del pueblo y sus nefastas consecuencias
“Ida”, una cinta minimalista, llena de crudeza emocional
Los recuerdos más frescos que tengo del cine polaco son fantásticos y devastadores. De la mano del grandioso Krzysztof Kieslowski, historias minimalistas, llenas de pasión, decepción y momentos sumamente cotidianos, enmarcadas en una fotografía práctica que no repara mucho en los detalles pequeños, pero si en los elementos sociales. Exactamente con esa es la descripción en la que encuadra la cinta “Ida”, del realizador polaco Pawel Pawlikowski.
Aquí, poniendo énfasis en una estética visual depresiva, acentuada con los tonos blanco y negro de todo el rodaje, Pawlikowski nos narra la historia de una chica aspirante a monja, que está a punto de tomar sus votos, cuando la madre superiora le pide visitar a su tía, que es el único familiar que le sobrevive, luego de la guerra.
La tía, una alcohólica, que en su momento tuvo un peso importante en el gobierno, decide llevar a su sobrina a ubicar el lugar donde están sepultados sus padres, aunque en ese viaje suceden cosas inesperadas que pondrán en la cabeza de Ida, un cúmulo de ideas que pondrán en tela de juicio su fe y el deseo de dedicar su vida a Dios.
El filme -que entre los múltiples premios que ha obtenido destaca el Oscar a la mejor película de habla no inglesa-, se ubica en la Polonia de los años sesenta, donde los conflictos entre católicos y judíos, generados por la guerra, se encuentran todavía frescos.
Encaminada en un ritmo contemplativo, muy pendiente de los diálogos, que además son breves y sumamente contundentes, el largometraje no deja cabos sueltos, para que el espectador no encuentre divergencias argumentales. Un valioso testimonio -aunque encajado en un drama de ficción-, de la época de la posguerra.
El trabajo histriónico se recarga en el personaje principal de Ida, protagonizado por Agata Kulesza, quien sin lugar a dudas merece una mención especial, pues nunca deja caer al filme con su interpretación de religiosa transformada en mujer de mundo y que vuelve al mundo devoto una vez más.
Es pues, en todos sentidos, un filme para disfrutarse, contado con detenimiento y que puede considerarse redondo. Una película bastante recomendable, que no debe dejar de ver, antes de que salga de cartelera y de la cual no se ha hecho mucho ruido.
Sólo le recuerdo que la imaginación se disfruta más en la oscuridad del cine, así que no deje de asistir a su sala favorita. Para dudas, comentarios o sugerencias escríbame al correo electrónico [email protected]