Raúl López Gómez/Cosmovisión
* ¿Se vale soñar?
En el círculo más cercano del Gobernador Javier Duarte de Ochoa tienen claro quién es el culpable de la creciente indisciplina en el gobierno estatal. Se trata del responsable de la política interna en la entidad y, por su catálogo de funciones, el considerado “jefe de gabinete”, el secretario de Gobierno, Gerardo Buganza Salmerón.
Este es otro de los temas que ha soltado el funcionario panista, para concentrar su tiempo y sus esfuerzos al objetivo prioritario: La conquista de la candidatura (en principio priista, pero con la intención de que se sumen muchos partiditos más) a la gubernatura de Veracruz en del 2016.
Cuando Miguel Alemán Velasco era gobernador, alguien le preguntó cuál sería el perfil idóneo para ocupar la Secretaría de Gobierno. El entonces mandatario estatal respondió: “Debe ser alguien que no aspire a ocupar mi lugar”.
Eso suena punto menos que imposible. Todo el que llega a esa posición, la antesala de la máxima responsabilidad en la entidad, siente de inmediato que las rodillas le tiemblan, que le sudan las manos y se imaginan en la posición de su jefe.
Desde los tiempos de Agustín Acosta Lagunes, con Ignacio Morales Lechuga como su segundo secretario de Gobierno (el primero fue Raúl Lince Medellín), todos los que han pasado por esa posición han suspirado por alcanzar la gubernatura. Antes de don Agustín –e incluso en un principio con él- la posición fuerte era la de subsecretario de Gobierno, desde donde Manuel Carbonell de la Hoz intentó alcanzar la titularidad del Poder Ejecutivo.
En la gestión de Fernando Gutiérrez Barrios, el que ocupó dicho cargo fue Dante Delgado Rannauro, quien vio materializado su sueño por designación, para un período de cuatro años. Él tuvo en esa posición a Miguel Ángel Díaz Pedroza, quien suspiró, peor en realidad poco hizo por alcanzar esa meta, y a Felipe Amadeo Flores Espinosa, quien también la buscó, hasta que entendió que sus mejores tiempos se habían ido.
Después de él llegó a gobernar Patricio Chirinos, y su secretario de Gobierno fue Miguel Ángel Yunes Linares. Para estar en condiciones de recibir esa oportunidad, Yunes Linares renunció a su cargo y se fue a dirigir el PRI estatal en las elecciones intermedias. El cálculo era que obteniendo un triunfo contundente, sumaría puntos para obtener la bendición del Presidente. Los pronósticos no se cumplieron, la derrota del PRI en esas elecciones fue escandalosa, y el sueño de Miguel Ángel Yunes terminó en el olvido. Han pasado más de dos décadas y sigue en la búsqueda, con pasión enfermiza, del cargo de Gobernador.
Salvador Mikel Rivera relevó a Yunes Linares en la segunda posición del gabinete, pero con la claridad de que la estructura del gobierno seguiría trabajando para el nuevo dirigente del PRI.
Miguel Alemán ubicó en esa posición a Noemí Quirasco, mujer con amplio conocimiento del derecho, pero pocas aspiraciones en el ámbito político. De hecho durante su gestión la Secretaría de Gobierno perdió muchas de sus facultades, las que pasaron a ser coordinadas por el entonces secretario de Seguridad pública, Alejandro Montano Guzmán, ese sí, con eternas –y hasta risibles- aspiraciones a la gubernatura. Flavino Ríos Alvarado tuvo también ese encargo, y hasta se apuntó para suceder a Miguel Alemán, pero más bien como un movimiento estratégico, pues era evidente que en ese entonces apoyaba a Montano.
Con Fidel Herrera la Secretaría de Gobierno cayó en las garras de Reynaldo Escobar, quien desde el primer día de su nuevo encargo dejó claro que él sería Gobernador, y trabajó todo el tiempo para conseguirlo. Por fortuna, no lo logró.
Érick Lagos, el otro que ocupó la Secretaría de Gobierno en la actual administración, sigue colocando veladoras a todos los santos que conoce, para que se le haga “el milagrito”. Lo primero que tiene que hacer es concentrarse en ganar la diputación federal, que de mucho le puede servir por aquello del fuero.
De Gerardo Buganza este es el segundo período que cubre al frente de dicha responsabilidad. Inició la administración de Javier Duarte como secretario de Gobierno, porque con él ahí se frenaban los anhelos sucesorios de los “nietos de la fidelidad”. Una vez más el Gobernador iba en busca de un secretario de Gobierno “que no aspirara”. Sólo que esta vez falló.
La carne es débil, y Gerardo Buganza interpretó que su segundo período en la Secretaría de Gobierno era “un aviso celestial” de que estaba predestinado a encomiendas mayores.
Alguien le tiene que aclarar que no hubo tal milagro, que en su futuro no figura la gubernatura. Que debe concentrar su esfuerzo en rescatar la gobernabilidad en la entidad, y mantener la disciplina en el gabinete.