
Raúl López Gómez/Cosmovisión
¿Quién se avienta el tiro con los manifestantes?
Quizá nunca se imaginó el diputado priista Jesús Ramírez Arana, la de broncas que ocasionaría su propuesta de sancionar a quien ose manifestarse en una plaza pública. Evidentemente el tipo desconoce nuestra Carta Magna, lo cual no es de extrañarse porque la gran mayoría de nuestros legisladores son sobrados de ignorancia (digo, si estoy en un error por favor corríjanme). A leguas se ve que hizo su propuesta sobre las rodillas pero el tiro le salió por la culata.
El artículo 6 de nuestra Constitución Política dice bien clarito: “La manifestación de ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito o perturbe el orden público…”
Las manifestaciones y bloqueos que estrangulan a la ciudad de Xalapa se deben a dos factores: el hartazgo ciudadano por un lado y el cobro de cuotas por el otro.
No es lo mismo una manifestación en la Plaza Lerdo organizada por campesinos de la comunidad de Los Kilómetros, en Tuxpan, que están hasta el gorro de que Pemex contamine sus tierras, que un bloqueo a la calle Enríquez provocado por sujetos que solo van a que su líder cobre la cuota del mes en la Secretaría de Gobierno. La primera manifestación no causa mayor problema, mientras que el bloqueo desquicia la vida de la ciudadanía.
Sancionar parejo como lo propone supinamente Ramírez Arana, es anticonstitucional y va contra el derecho inalienable de toda persona o grupo a manifestarse. Pero sancionar a quien cause daños a terceros, es lícito y por supuesto constitucional “…sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito o perturbe el orden público” dice el texto de nuestra Constitución.
Quienes cierran calles o avenidas están lesionando a terceros y la fuerza pública debe actuar en consecuencia. ¿Por qué no lo hacen? Por miedo.
A nuestros políticos les produce urticaria escuchar la palabra represión que, como cosa curiosa, no sale de las gargantas de la ciudadanía sino de la de quienes le joden la vida un día sí y otro también a individuos como tu y yo lector que nada tenemos que ver con su movimiento.
Y esto sucede en algunos estados.
Hace unos días vándalos de la CNTE destruyeron unas oficinas en el centro de Oaxaca, golpearon a las personas que había en su interior y no contentos con ello quemaron el inmueble. Los policías estuvieron en calidad de mirones y no hubo un solo detenido.
Días después esos mismos vándalos llegaron al DF con ganas de armar su desmadrito, pero la policía capitalina se los impidió sin detener y mucho menos golpear a nadie. Resultado: la CNTE acusó a Miguel Ángel Mancera de represor.
Felizmente a Mancera le importó pura corneta el calificativo de la CNTE y cumplió con la ordenanza constitucional de mantener la paz en su ciudad. El jefe de gobierno capitalino se aventó el tiro y recibió el reconocimiento de sus gobernados.
¿Quién será el guapo que se aviente el mismo tiro en Xalapa?