Raúl López Gómez/Cosmovisión
El diputado Rolls Royce
En mis tiempos, si de elegancia automotriz se hablaba, era inevitable evocar al Rolls Royce aunque nunca en nuestra vida hayamos visto uno de cerca; ¡vamos! ya ni siquiera en pensar subir a uno de ellos.
Por eso, cuando a mediados del 2009, Tío Fide y el entonces secretario del Trabajo, Américo Zúñiga Martínez, hablaban de la inversión en el puerto jarocho de la empresa Rolls Royce, lo primero que se me venía a la mente, era una ensambladora de autos elegantes… pero realmente querían poner un taller de turbinas marítimas…
Pero, ¿cómo es que la Rolls Royce se fijó en Veracruz para pretender poner una base de operaciones en el Puerto?
Bueno, todo inicia con James Moesle junior, o Jim para sus amigos que, curiosamente entre ellos, había algunos veracruzanos.
II
Dos ingenieros navales y un doctor iniciaron esta aventura con Rolls Royce por la amistad que tenían con Jim Moesle, parte activa de la empresa británica, quien les platicó del proyecto, sólo necesitaban que lo ayudaran a “conectarse” con gente del gobierno del Estado interesada en ello. Se buscaron dos vías, las más obvias y accesibles que pudieran abrir caminos y puertas; una de ellas, era el alcalde de Veracruz, Jon Rementería; la otra, la secretaría del Trabajo donde despachaba Américo Zúñiga. Había entusiasmo por parte de los ingenieros navales pues de concretarse el proyecto, estaba prometida la chamba. El doctor, sólo participaba por la amistad con Jim Moesle.
III
Durante meses, tocaron puertas y puertas con Jon Rementería, quien en cuanto abrió una, tiró a locos a estos veracruzanos… ¿Cómo estos mortales iban a conocer a la gente de la Rolls Royce? Pero sí, sí les dio algo… les dio largas y nada concreto.
Américo Zúñiga abrió sus puertas y cuando escuchó, fue inevitable su desconfianza pero dio una cita y se pidió el apoyo del alcalde porteño. Era julio del 2009 cuando se presentaron varias divisiones de la Rolls Royce, destacando entre ellas la de Estados Unidos de Norteamérica, encabezada por Mark C. Evans. Al alcalde de Veracruz le cambió el rostro y por supuesto, la actitud con esos ingenieros civiles y el amigo doctor de Jim Moesle, que ahora se ponía literalmente a sus pies…
Tras la presentación, se trasladaron a Xalapa, al Crown Plaza y ahí, la empresa británica conoció el cobre.
IV
A las ocho de la noche en punto, apareció un calvo, regordete, mirada ladina… dicen los testigos que no caminaba… ¡levitaba! Fue directo con los británicos y eso sí, hay que reconocerle, un inglés fluido. Y ya cuando era el centro de la plática, este calvito trató de espantar con los sindicatos a los de la Rolls Royce, como dando a entender que iban a necesitar un cabildero en Veracruz que les quitara problemas políticos y sindicales y pues él era el indicado. Con la sutileza de un Luis Alberto Villarreal, el diputado de los moches y de la mano larga, pidió que “se pusieran la del Puebla”.
—¿Es la primera vez que vienen a invertir a México?, permítanme explicarles…
Mark C. Evans, directo, en una traducción literaria que el que escribe se permite, le citó todos los contratos que tenían con Semar y hasta que le habían reparado una nave rápida al presidente Calderón Hinojosa; que no los iba “a chamaquear un cabrón mexicano”; que tenían operaciones en más de 110 países y que no les espantaba ningún sindicato por más politizado que estuviera.
Después de que pusieran en su lugar al calvito, éste cambió la conversación y salió que se los decía porque era muy importante para Veracruz su inversión y que sólo quería cuidarlos y cuando se apersona el secretario del Trabajo, Américo Zúñiga, ¡le cambió la cara al calvito! también es justo reconocer que el hoy alcalde de Xalapa sabe de la lengua de Shakespeare y se defiende, por lo que pronto, intercambió diálogos con Mark C. Evans y comitiva, mientras el peloncito ponía cara de “a ver a qué horas estos cabrones me empinan”, pero simplemente los empresarios de la Rolls Royce dimensionaron su tamaño y lo tomaron como algo menor.
V
Allá por el 20 de julio, Américo anunciaba la reunión que habría de tener en breve el entonces gobernador Fidel Herrera Beltrán con la Rolls Royce en el puerto de Veracruz, para instalar una fábrica de turbinas para navíos.
Sin embargo, Mark C. Evans no tomó en cuenta una cosa… si bien tenía operaciones en más de 110 países y conocía los entretelones de un sindicato, hay algo con lo que no puede luchar una empresa… ¡la crisis mundial! y el proyecto se vino abajo. Bueno, eso fue lo que dijeron los medios… la otra versión es que, estando hospedados en el Hotel Diligencias, les tocó una balacera tremenda por el Parque Zamora y optaron sólo por poner unas oficinas…
Ahora, con la ampliación portuaria, muchos esperan que el taller de turbinas se haga una realidad así como la pretendida opción de vender al gobierno del Estado tecnología de energías alternas… eso esperan muchos, y quizás también ese calvito, de inglés fluido, que cuando camina, parece que levita… si es así, mucha suerte para la próxima, Carlos Fuentes Urrutia, el hoy diputado que quiso chingar a la Rolls Royce…