Carlos Ramírez/Indicador político
Mejor no vayan al Mundial de Rusia
Después de lo que pasó ayer en Brasil propongo que el Tri no asista al Mundial Rusia en el 2018. Digo, ¿a qué carajos van? ¿A ser otra vez la decepción? ¿A perder en los últimos minutos? ¿A morder el polvo? ¿A treparnos a la cima de la ilusión para después desbarrancarnos? Mejor quédense en casa que nadie (a excepción de las televisoras) se los va a reprochar. Me cae.
Después de la derrota ante Holanda llegaron puntualitas como cada cuatro años, la decepción, la frustración y la amargura. Otra vez tuvimos que limpiarnos los mocos con la playera de la Selección que habíamos comprado en el tianguis de la esquina. Otra vez tuvimos que guardar la bandera tricolor que ondeaba desde la víspera en la azotea de la casa. Otra vez se nos atragantaron los tacos de carnitas y la cerveza nos supo a purga cuando al minuto 88 el güerito Wesley Sneijder mandó un trallazo fuerte, raso y colocado que dejó viendo visiones a Memo Ochoa. Otra vez nos quedamos en la orilla, en el ya merito, en el… uta madre, otra vez.
Pero nosotros también tenemos la culpa, nos encanta el sortilegio del sufrimiento y estamos tan acostumbrados a él que si un día llegamos a triunfar, no vamos a saber qué hacer. Si hubiera un premio Nobel al masoquismo futbolero nos lo llevaríamos de calle cada cuatro años porque, la verdad sea dicha, qué manera de sufrir la nuestra. ¡Qué manera!
Ayer los chicos de Miguel Herrera tuvieron en un puño a los holandeses durante setenta y dos minutos. Les dieron la bailada de su vida, fueron superiores y casi los fundieron de cansancio. Giovani Dos Santos hizo un golazo con la zurda al minuto 48 y no se veía por dónde pudiera empatar Holanda. Faltando 18 minutos para el final el equipo tricolor seguía atacando. La tierra prometida estaba a la vuelta de la esquina pero en seis minutos vino el apendejamiento colectivo y la debacle.
Del minuto 72 al 88 en que cayó el gol del empate, los holandeses atacaron la portería mexicana hasta en cinco ocasiones, mientras los tricolores ya se veían jugando el quinto partido contra Costa Rica. Evidentemente el Piojo se pasó por el forro la máxima de César Luis Menotti, que antes de la final Argentina-Holanda en 1978 les dijo a sus jugadores: «Grávenselo, tatúenselo en la piel y en el cerebro: a los holandeses no les den jamás ni un minuto de respiro ¿oyeron? ¡Ni un minuto de respiro!». Y México les dio seis minutos, los últimos del juego.
Esta vez no hubo miedo y tampoco complejos. Lo que hubo fue dejadez, apatía y si tantito me apuras lector, hasta soberbia, sobre todo a partir del minuto ochenta. «Vamos a darles chance; total, ya sólo faltan diez minutos» Y al minuto 88 ¡sopas! cayó el gol del empate. Y al 94 ¡órale! cayó el segundo y adiós al quinto partido contra los ticos que nos faltaron al respeto en la eliminatoria de la Concacaf pero ahora nos iban a pelar los dientes.
Ándale sí, cómo no.
Y después de la derrota llegaron, también puntualitos, los consabidos pretextos: «Los árbitros estuvieron todo el tiempo en nuestra contra» dijo el Piojo. Pero lo real, lo cierto, es que por donde se le mire se volvió a fracasar. La selección mayor es un fracaso desde que comenzaron los Mundiales en 1930. No ha obtenido nada que no sean dos mediocres sextos lugares en 1970 y 1986 y eso porque ambos se jugaron en México. De ahí en fuera los seleccionados ha servido para puras vergüenzas.
Esta vez tenían todo para cubrirse de gloria pero volvieron a fracasar. Y fracasaron por soberbios y torpes. Punto.
Con esos antecedentes y después de lo que vimos ayer, por favor muchachos, absténganse de ir al Mundial de Rusia. Nadie se los va a reprochar. Me cae.