Andi Uriel Hernández Sánchez/Contrastes
Cuauhtémoc Gutiérrez otra vez huérfano
Sin duda el trending topic de la semana anterior se lo llevó Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre. Un reportaje realizado por el equipo de Carmen Aristegui lo bajó del caballo del PRI defeño probablemente para siempre.
Quienes lo conocen dicen que Cuauhtémoc es prepotente, arbitrario, altanero, golpeador, e hijo de madre pecadora.
Tiene a quien salir ya que su padre era igual o peor.
Rafael Gutiérrez Moreno, nació literalmente en un basurero y a punta de madrazos (también literalmente), logró convertirse en líder de los pepenadores defeños a quienes exigía como cuota todo el papel, plástico, cartón y vidrio que pepenaran. Esto lo convirtió en multimillonario y en El Rey de la Basura. Pronto extendió su reino a los municipios de la periferia como ciudad Neza y en total llegó a controlar a cinco mil pepenadores.
Dueño de un capital económico envidiable, corrió a unos campesinos de sus terrenos y construyó una mansión de ensueño en una superficie de dos kilómetros cuadrados.
A esa mansión llevó a vivir a una jovencita de 17 años llamada Martha García, a quien vejaba, violaba y golpeaba las veces que le apetecía, además de que la mantuvo encerrada durante 11 años, hasta que ésta ordenó que lo mataran.
De acuerdo con Martha, don Rafa era un enfermo sexual y un promiscuo que soñaba con tener 180 hijos y exigía a los pepenadores que le regalaran a sus hijas. Quien no aceptaba era golpeado de manera inmisericorde y como quiera le violaban a las hijas.
Gracias a que cinco mil pepenadores son una fuerza política muy grande, Rafael Gutiérrez logró una curul en la Cámara de Diputados en el sexenio de López Portillo y las acusaciones de violación, robo, golpes y despojo le hicieron los mandados. Varios de sus acusadores desaparecieron o aparecieron pero muertos por lo que las denuncias nunca prosperaron.
Fue en 1987 cuando Martha García, cansada de tantas humillaciones, fraguó en contubernio con sus hermanos asesinar a Rafael. Para ello contrataron a un pistolero llamado Roque a quien ofrecieron 6 millones de pesos por hacer la
chamba. Roque obtuvo un anticipo de 300 mil pesos y el 14 de febrero cumplió el encargo.
Tras una rápida investigación la policía dio con los culpables y ya frente al juez la viuda crispó los nervios con sus declaraciones. «Ofrecí 6 millones de pesos por la muerte de mi marido, pero si el homicida me hubiera pedido la vida por cumplir con su trabajo también se la hubiera dado. Rafael abusó de mi madre, de mi sobrina, de las mujeres de mi familia. Era un cínico que deseaba tener 180 hijos y ya iban 56. Con él tuve cinco».
El jefe de la policía judicial del DF, Jesús Miyazawa, también dio su calificación al muerto: «Era un degenerado, un mafioso y un violador».
De ahí viene Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre.
Como primeras providencias Cuauhtémoc se agenció la mayor parte de la fortuna que dejó su padre, luego formó un grupo de golpeadores para mantener a raya a los pepenadores y después se metió a la política. En el PRI, naturalmente.
Hace doce años fue acusado de violar a una joven pero la acusación no prosperó.
Esta vez una reportera del equipo de Carmen Aristegui se infiltró en lo que al parecer es una red de prostitución que estaba al servicio de Cuauhtémoc. Y lo exhibieron.
De acuerdo con el audio, el presidente del PRI en el DF, había convertido las oficinas del partido en un putero. Hasta ahí llegaban chicas de buen ver que eran «atendidas» por dos sujetas que les prometían entre 11 mil y 14 mil pesos mensuales por satisfacer sexualmente al jefe. Las que aceptaba pasaban a la pagaduría del partido a cobrar sus emolumentos.
El reportaje salió al aire y se armó la escandalera.
Lo sorprendente no es el hecho en sí, (digo, cuántos pinches degenerados no habrá en la política) sino la celeridad con la que el PRI, todo el PRI, se deslindó del caso y condenó a Cuauhtémoc Gutiérrez.
Más que miedo por su probable ingreso a la cárcel, lo que debe estar sintiendo en este momento el presunto proxeneta, es pánico por el abandono en que lo dejó su partido.
Cuauhtémoc está otra vez huérfano; en la orfandad política y más sólo que un niño sin padre y sin madre.