¿Caerá el gobernador?
La gran mayoría de periodistas ganan un salario indigno, por no decir miserable. Esto lo han sabido desde siempre los políticos y obviamente, los dueños de los medios de comunicación.
Pero oficialmente se vino a descubrir hasta el sábado 23 de diciembre de 1989, en que un policía mató a una reportera.
Elvira Marcelo Esquivel, reportera del periódico defeño El Día, salía de una fiesta navideña en compañía de otros dos reporteros, uno del Canal 11 de televisión y otro del diario El Nacional, cuando fue asesinada de un balazo.
No se sabe bien a bien lo que pasó; una versión señala que unos policías iban a la caza de un maleante, uno de ellos disparó y el balazo le dio a la chica que se encontraba sentada en una banqueta de la avenida Juárez, frente a La Alameda Central en el corazón del DF. Otra versión asegura que los tres reporteros fueron agredidos a cachazos por los policías, uno accionó su arma y la bala le dio a Elvira.
En aquel tiempo el entonces Regente de la Ciudad, Manuel Camacho Solís, visitó a la familia de la reportera que vivía en un paupérrimo cuarto hecho con block, tablas y techo de lámina. Constaba de dos piezas divididas por una sabana y ahí convivían, comían y dormían su madre, cuatro o cinco hermanos menores y ella que era el sostén de ese hogar.
Elvira ganaba menos que un policía auxiliar o un lustrador de calzado.
El Regente se “escandalizó” y no tuvo que hacer mucho esfuerzo para convencer a su jefe Carlos Salinas, que promoviera ante el Congreso de la Unión una ley de salario mínimo profesional para periodistas, que obliga a las empresas periodísticas a pagar un sueldo digno a sus trabajadores.
Pero con el paso del tiempo esta ley se fue diluyendo hasta convertirse en letra muerta. Y es que salvo raras excepciones, los periodistas siguen ganando una miseria.
Gregorio Jiménez de la Cruz era un periodista casi desconocido hasta que fue asesinado cobardemente. El cruento crimen tuvo repercusiones mundiales pero en medio de esa vorágine, casi nadie advirtió o quiso advertir, las condiciones de pobreza en que vivía.
A pesar de que laboraba para dos medios informativos su situación económica era muy precaria, tan es así que para allegarse unos pesos extra con qué sostener a su familia, trabajaba como fotógrafo en fiestas infantiles, bodas, bautizos y otros eventos sociales.
Otro caso es el de Mario Segura, reportero tamaulipeco que tuvo que salir huyendo de su estado natal prácticamente con lo que llevaba puesto pues fue amenazado de muerte por denunciar actos de corrupción gubernamental. Antes había sido secuestrado pero tras una semana de infierno sus captores lo liberaron.
En una parte de su narración para El Universal el reportero señala: “…Siempre hemos tenido un show familiar los fines de semana donde mi esposa, mi hija más chiquita y yo nos vestimos de payasitos; mis hijos de botargas. A veces alguno de ellos toma videos o fotografías…”
Es decir, aparte del suplicio de ejercer el periodismo bajo amenazas, Mario, al igual que lo hacía Gregorio Jiménez, debe buscar el sustento familiar en otra chamba.
Estos son apenas unos ejemplos de los cientos (o miles que hay en nuestro país), de reporteros que trabajan en condiciones casi de miseria. Y si carecen de un salario justo menos pueden aspirar a tener Seguro Social, vacaciones o aguinaldo.
En Estados Unidos, Canadá y en los países de la Unión Europea, el periodismo es una profesión más que un oficio, y los periodistas ganan un sueldo que les permite enviar a sus hijos a la escuela, tener auto, casa, seguro de gastos médicos, vacaciones y otras prestaciones.
En cada uno de esos países existe una Unión de Periodistas que vela por los intereses de sus agremiados, y ay de aquel patrón que se quiera pasar de vivo porque va a juicio. Esto es, tienen agrupaciones bien diferentes a las que hay aquí donde los presidentes, secretarios generales o como se les llame, se hacen una con los dueños del poder y sus agremiados les valen madre.
¿Cuándo será el día en que todos los reporteros de México ganen un sueldo digno?
Cuándo…