Jorge Robledo/Descomplicado
Izquierdas juntas, ni difuntas
… pero desunidas siempre serán vencidas.
El dilema raya en la esquizofrenia y naufraga en un mar de pésimos presagios.
No se recuerda una izquierda a tal punto dividida y por lo tanto debilitada. Si bien el divisionismo siempre ha estado en su naturaleza –como el veneno en el escorpión– lo que ahora estamos atestiguando es una verdadera ruptura.
Aquella vieja ilusión del proyecto reunificador de las izquierdas es cosa de la prehistoria; de los viejos tiempos de Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez, Heberto Castillo y Porfirio Muñoz Ledo… legendarios padres fundadores del Partido de la Revolución Democrática, hace 26 años.
Ahora rifa el proceso inverso. López Obrador –con Morena– viene en serio a ocupar un nuevo espacio del tablero político… aunque los dirigentes perredistas rehúsen admitirlo.
En este pleito de perros y gatos, el primer objetivo del líder de Morena –descalificado por personalista, dogmático y faccioso– es arrebatar la hegemonía de la izquierda al PRD en las elecciones de 2015. La intención se reveló desde el momento en que Andrés Manuel se negó a participar en un frente común para protestar contra la reforma energética, el estandarte más visible de la izquierda nacional.
En cambio, la prioridad de López Obrador fue mirarse al ombligo y acusar al PRD de corrupto y entreguista por haberse sentado en el Pacto por México… y traicionado principios indeclinables.
No lo dude, la pelea estelar en las elecciones venideras será una lucha de protagonismos entre la intransigencia conservadora por dogmática y el pragmatismo liberal, con el riesgo catastrófico de un electorado dividido entre dos partidos débiles. Cálculos “muy” provisionales pronostican un 13 por ciento de votos para el PRD, y 7 u 8 para Morena.
¿El resultado será una izquierda partida, o una partida de izquierda?
La pelea es a muerte. A los perredistas se les ve desorientados, como los viejos boxeadores. No han tenido reflejos para ubicar al adversario… y al peligro.
A estas alturas, ya lo pasado, pasado… y poco interesa. Lo que hubo entre López Obrador y la dirigencia de Los Chuchos –Zambrano y Ortega– fue un maridaje hipócrita y convenenciero; una unión sellada por el interés de las elecciones, el ansia de poder… y claro, la lana.
El mesías tropical –bautizado así por el historiador Enrique Krauze– no engaña; apuesta a la confrontación radical para consolidar al Movimiento de Regeneración Nacional bajo su sombra de caudillo.
El perredismo “conciliador” –en cambio– puede presumir la eficacia de la vía institucional y el éxito negociador para insertar propuestas clave en la agenda reformista nacional… pero no le alcanza para contentar a “los de casa” –Sánchez Camacho, Bejarano, Padierna, Ebrard, quien será diputado por Movimiento Ciudadano… y súmele un largo etcétera–.
La idea de una izquierda –unida por el “pegamento” de Cuauhtémoc Cárdenas– sonaba muy bien, parecía noble, políticamente correcta, impecable e incluso deseable, sobre todo para aquellos que sueñan con el ideal de un gobierno progresista. Mejor, imposible, dirían muchos.
En este contexto rijoso, ¿entre melón y sandía usted por quién votaría?; ¿cuál es la verdadera izquierda por la cual apostaría?
@JoseCardenas1 | [email protected] | josecardenas.com.mx