Teresa Gil/Libros de ayer y hoy
Si mi padre me hubiera puesto su nombre y aún viviera, estoy seguro que más de un vecino me habría acusado de violencia intrafamiliar. Y es que mínimo le estaría haciendo la vida de cuadritos por haberme puesto Elodio, nombre que le endilgaron mis abuelos que la verdad sea dicha, no tuvieron madre.
Como si mi pobre viejo hubiera tenido la culpa de haber nacido el 22 de octubre, día de Santa Elodia.
A mi padre le desagradaba su nombre tanto como le encantaba su apodo: El Neno. Casi todo mundo lo saludaba con un “adiós mi estimado Neno” que él correspondía con un “adiós mi estimado Fulano”. Pero cuando le decían “adiós don Elodio”, contestaba “adiós don Zutano” e invariablemente agregaba entre dientes “chingue usted a su madre”.
Curiosamente jamás sufrió de Bullying por esa causa, entre otras cosas porque en su época era costumbre acomodarle a los chamacos el nombre del santoral en que nacían y la mayoría tenía apelativos como pal perro.
Pero en la actualidad un nombre feo es motivo hasta de asesinatos, como el ocurrido hace unas semanas en San Luis Potosí donde un sujeto llamado Kilovatio Martínez Rosas, cansado de aguantar las burlas de sus compañeros primero en la escuela y después en el trabajo, mató de dos balazos a su padre al que acusó de haberle puesto tan fregado patronímico.
El bullying escolar debido a un nombre feo puede afectar a un ser humano todos los días de su vida. En Chiapas por ejemplo, este problema está ocasionado dolores de cabeza en las oficinas de Registro Civil por lo que el gobierno de aquella entidad inició una campaña llamada “Papá, recuerda que mi nombre es para siempre” con el fin de detener la sarta de babosadas paternas.
Vocho, Lucifer, Astroboy, Aguinaldo, Obama e incluso William Levy, son algunos apelativos escogidos para los chamacos chiapanecos. Vayan y pasen los nombres de Obama y Levy, pero ponerle a un crío Circuncisión, Airlain, Ataúd, Mamerto, Fructosa, Globero, Pancleto, Saqueo, Cheyene, Usmail, Chalupa, Medalla, Súperman o Servulo, es un pinche atentado.
La encargada de la dependencia a nivel estatal, Flor Coello, indicó que se llevará información a todos los municipios para crear conciencia entre los padres y madres sobre la importancia del nombre que se elige para los vástagos.
La funcionaria agregó que contra lo que pudiera suponerse no son indígenas quienes acostumbran dar esos nombres a los menores, sino mestizos y ocurre en todo Chiapas sin excepción. Flor Coello consideró que el nombre de los infantes es la primera imposición de los padres hacia los hijos, por lo tanto éste debe ser escogido con mayor responsabilidad dado a las consecuencias nocivas que pueden atraer a los menores.
Claro que cuando no hay más remedio existe una salida, la misma funcionaria indicó que para librarse de un nombre horrible, el afectado puede entablar una demanda contra sus padres cuando cumpla la mayoría de edad.
“Es un juicio de rectificación de acta que sí procede; pero recordemos que se tienen que cambiar todos los documentos que hicimos a lo largo de nuestra vida”, señaló.
Otra salida es pegarle un par de balazos al papá por ojete, como lo hizo Kilovatio, aunque no es una decisión muy recomendable.
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