El papa Francisco ha dado inicio a su visita apostólica a Chile y Perú, un viaje que particularmente en la nación chilena ha despertado una serie de actitudes y acciones violentas. En los tres días de actividades en las localidades de Santiago, Temuco e Iquique, el pontífice sostendrá los tradicionales encuentros con autoridades, obispos, sacerdotes, religiosas y con la sociedad civil; sin embargo, un clima complejo alimentado por tres dificultades particulares de la Iglesia católica en Chile advierte que la estancia de Francisco no será en modo alguno sencilla.

Cuatro días antes del arribo del pontífice argentino a Santiago de Chile, la prensa local daba cuenta de los ataques incendiarios que ciertas organizaciones populares arremetieron contra templos católicos en la capital chilena; situación que continuó el propio día de la llegada de Bergoglio y que llegó a complicarse con la momentánea ocupación de la propia Nunciatura apostólica por parte del colectivo Andha Chile, encabezados por la excandidata presidencial Roxana Miranda, que ha reclamado los altos gastos de la visita pontificia.

La primera de las dificultades es, pues, la sensibilidad política y social respecto a las condiciones particulares del último tramo de la segunda gestión presidencial de Michelle Bachelet y de la segunda gestión presidente electo, Sebastián Piñera. Algunos grupos sociales reclaman el alto costo económico que las autoridades chilenas destinaron para la organización de la visita (cerca de 18 millones de dólares) mientras se soslayan otras crisis económicas.

La segunda de las dificultades pasa por un fuerte fenómeno de secularización y, principalmente, de desencantamiento chileno de la Iglesia católica. Un desencanto que incluso ha movido a algunos sacerdotes locales a reconocer “lo odioso” que se ha vuelto la Iglesia católica en la última década.

Latinobarómetro, la corporación chilena de levantamiento y análisis de datos estadísticos publicó el 12 de enero un estudio sobre la religión latinoamericana en el marco de la visita del papa Francisco (http://www.latinobarometro.org/latNewsShow.jsp). Entre los datos más destacados revelados por Latinobarómetro es que la región presenta una caída en el catolicismo y que Chile perdió un gran volumen de católicos tras el caso Fernando Karadima, el sacerdote confirmado culpable de abuso sexual en 2011.

El estudio también revela que la evaluación popular del papa Francisco en Chile es la peor en todo el continente; incluso en la segmentación de ‘católicos’ el pontífice apenas logra un 5.9 puntos de 10 en la evaluación chilena, en contraste con los 7.7 puntos del resto del continente.

Esta es una de las dificultades más sensibles y notables que el papa Francisco tiene en esta visita de tres días; la ‘confianza en la Iglesia católica’ entre los encuestados chilenos apenas llega al 36 por ciento y, por primera vez en la historia moderna del país, la catolicidad chilena dejó de tener la mayoría absoluta de los creyentes. Según el estudio, en 2013 Chile tenía 57% de católicos y en 2017 bajó hasta el 45%. Por el contrario, Chile es el país latinoamericano que mayor crecimiento de agnósticos o ateos ha tenido desde 2011, justo en el punto más álgido del escándalo Karadima.

El último de los desafíos que Francisco tendrá en Chile pasa por el propio mensaje que el pontífice quiera sembrar en su quinto viaje al continente (“Mi paz les doy”). En los últimos viajes en Colombia, México, Bolivia, Ecuador y Paraguay, sus discursos y homilías no se han librado de manipulaciones políticas o eclesiales. Por quinta ocasión, Bergoglio evita viajar a Argentina, pero cerca de 25 mil argentinos aprovechan la vecindad con Chile para acudir a encontrarse con el primer pontífice porteño de la historia. No es un dato insustancial: en los últimos meses se ha generado una pequeña guerra de declaraciones sobre el derecho a entender y explicar al papa Francisco; y los obispos y amigos argentinos de Bergoglio parecen querer llevar la mano.

@monroyfelipe